Un día en que estaba enseñando asistían sentados unos fariseos y doctores de la ley que habían acudido de todas las aldeas de Galilea y Judea y también de Jerusalén. Él poseía fuerza del Señor para sanar. Unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y colocarlo delante de Jesús. Al no hallar modo de meterlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, por el tejado, lo descolgaron con la camilla poniéndolo en medio, delante de Jesús. Viendo su fe, le dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados». Los fariseos y los letrados se pusieron a discurrir: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién, fuera de Dios, puede perdonar pecados?» Jesús, leyendo sus pensamientos, les respondió: «¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil? ¿Decir: ‘se te perdonan los pecados’, o decir: ‘levántate y camina’? Pues para que sepáis que este Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados –dijo al paralítico–, yo te digo: levántate, carga con tu camilla y vuelve a tu casa».
Al instante se levantó delante de todos, cargó con lo que había sido su camilla, y se fue a su casa dando gloria a Dios. El estupor se apoderó de todos y daban gloria a Dios; sobrecogidos decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».
«Modo vida» © Con la autorización de Santiago Benavides
«Reverie» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons