Jesús dijo a sus apóstoles: «Como el Padre me amó así yo os he amado. Permaneced en mi amor. Si cumplís mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que participéis de mi alegría y vuestra alegría sea colmada. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os amé. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos porque el siervo no sabe lo que hace el amo. A vosotros os he llamado amigos porque os comuniqué cuanto escuché a mi Padre. No me elegisteis vosotros; yo os elegí y os destiné a ir y dar fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederé. Esto es lo que os mando, que os améis unos a otros».
«Asignaturas pendientes» © Con la autorización de Emilia Arija
«Lines Build Walls» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Se fue extendiendo, entre distraídos y descuidados.
Fue migrando sin papeles, ni desesperación.
No tuvo en cuenta ni fronteras ni potencias.
No fue buscando una mejor vida, sino simplemente allí donde hay vida.
Nos lleva a taparnos la boca, a silenciarnos.
Salimos a hablar y aconsejar más que nunca.
Nos invita a quedarnos en nuestros hogares.
Desde nuestros hogares cuidarnos y quizás reencontrarnos.
Tiene forma de corona, pero nada de reino y menos de reinado.
Viene a enseñarnos para hacernos cargo de nosotros mismos.
¿Cuál sería la otra cara de una pandemia?
Esa cara que nos abarque a todos pero desde la salud, desde la vida.
Esa cara de la cual todos quisiéramos ser contagiados.
Esa cara donde no hace falta construir hospitales en pocos días,
sino que lleva más luz a cada uno de nuestros hogares.
Redescubrir esa música que llevamos dentro y ahora suena en nuestros balcones.
Forzada cuarentena para bajarnos de pedestales y seguir caminando…
pero descalzos, más hogareños, más humanos.
(Marcos Alemán, sj)