¿Te acuerdas de los pastores que habían oído el canto de los ángeles y se habían dado cuenta de que algo grande había pasado? En cuanto dejaron de oír a los ángeles, se fueron a buscar. El corazón les latía muy fuerte, como pasa cuando algo te emociona mucho. Fueron recorriendo las calles. Todo estaba oscuro y silencioso porque la gente dormía. Entonces vieron una luz en un establo, como de una hoguera. Y, al acercarse, oyeron ruido. Entraron y se quedaron sorprendidos. Allí había una pareja muy joven con un recién nacido. Eran María y José. En cuanto vieron al niño, supieron que la canción de los ángeles era por él, y cayeron de rodillas. Fue una fiesta enorme la que hicieron allí mismo.
María, aunque estaba cansada, se daba cuenta de todo lo que estaba pasando. Y aunque callaba, sonreía y estaba contenta. Esto es lo que el ángel me anunció, pensaba. Por eso se sentía feliz, mirando a su hijo.
Después los pastores volvieron por donde habían venido. Pero sentían que su corazón ardía de contento.
Cuando tocó ponerle un nombre al niño, lo llamaron Jesús, que significa el que salva. Ese era el nombre que Dios les había dicho.
Una llamada sencilla,
una respuesta valiente,
una sonrisa mueve otra sonrisa
y huele a ese olor que huele la alegría.
Un reto para tus días,
una opción diferente,
con todo lo que eres y lo que quieres
¿quieres algo más de vida en tu vida?
Esta es tu casa, el lugar donde la gente
vive esperanzada y confía y está siempre.
Siempre alegres, siempre...
¿Qué esperas y en qué confías?
¿Qué desesperas? ¿qué temes?
Si ya se acercan días de luz y sol
ya viene el sueño de soñarnos siempre alegres.
Esta es tu casa... Siempre alegres, siempre.
Cuando tenga que decidir qué cosas hacer,
cuando las fuerzas me fallen,
cuando me pasen cosas que me alegren,
cuando quiera animar a compañeros que vea tristes,
cuando me esté divirtiendo con mis amigos,
cuando rece a Dios...
...Quiero ser alegre igual que tú, María.