Por tanto, como elegidos de Dios, consagrados y amados, revestíos de compasión entrañable, amabilidad, humildad, modestia, paciencia; soportaos mutuamente; perdonaos si alguien tiene queja de otro; como el Señor los ha perdonado, así también haced vosotros. Y por encima de todo el amor, que es el broche de la perfección. Actúe de árbitro en vuestra mente la paz del Mesías, a la que habéis sido llamados para formar un cuerpo. Sed agradecidos. La Palabra del Mesías habite entre vosotros en toda su riqueza; con toda destreza enseñaos y exhortaos unos a otros. Con corazón agradecido cantad a Dios salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que hagáis, de palabra o de obra, hacedlo invocando al Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Si tienes mil razones para vivir, si has dejado de sentirte solo, si te despiertas con ganas de cantar, si todo te habla –desde las piedras del camino a las estrellas del cielo, desde las luciérnagas que se arrastran a los peces, señores del mar–, si oyes los vientos y escuchas el silencio, ¡exulta! El amor camina contigo, es tu compañero, es tu hermano… (Hélder Câmara)