En ti, Señor, me cobijo,
no quede nunca defraudado.
Líbrame, conforme a tu justicia,
atiéndeme, date prisa.
Sé tú la roca de mi refugio,
fortaleza donde me salve
porque tú eres mi roca y mi fortaleza
por tu nombre me guías y me diriges.
Enséñame a caminar por tus sendas
en tus manos pongo mi vida
y me libras, Señor, Dios fiel.
Tú me libras en las tormentas,
me defiendes en la lucha,
me orientas en las sombras,
me conduces en la vida.
Cuando estoy en apuros
y la pena debilita mis ojos,
mi garganta y mis entrañas
cuando pierdo las fuerzas
en ti confío, Señor:
me digo: «tú eres mi Dios».
«Cuánto vale la vida » © Autorización de Jesús Cabello
A eso de caer y volver a levantarte. De fracasar y volver a comenzar. De seguir un camino y tener que torcerlo. De encontrar el dolor y tener que afrontarlo. A eso no le llames adversidad. Llámale sabiduría. A eso de saberte impotente, de fijarte una meta y tener que seguir otra. De huir de una prueba y tener que encararla. De planear un vuelo y tener que recortarlo. De aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar. A eso no le llames castigo, llámale enseñanza. A eso de pasar días juntos radiantes. Días felices y días tristes. Días de soledad y días de compañía. A eso no le llames rutina. Llámale experiencia. A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan. Y tu cerebro funcione y tus manos trabajen. Y tu alma irradie, y tu sensibilidad sienta. Y tu corazón ame. A eso no le llames poder, llámale milagro.