Los pastores, después de oír a los ángeles, se fueron corriendo hasta Belén. Llegaron al establo y entraron. Entonces vieron a María, y a José, y al niño acostado en un pesebre. Se quedaron emocionados, y les contaron todo lo que habían oído.
María estaba feliz. Oía lo que decían, y pensaba en ello, guardando todas estas memorias en su corazón. Era lo mismo que Dios le había dicho a ella. Después los pastores regresaron a su casa y a su trabajo, muy contentos, y contándole a todo el mundo lo que había ocurrido.
Cuando llegó el momento de ponerle nombre al niño, lo llamaron Jesús, que era el nombre que había dicho el ángel.
Dios, Padre Bueno, ayúdame a responder libremente a los planes que tienes para mí, y dame fuerzas para fiarme de ti. Que el ejemplo de María me dé una pista de cómo hacerlo, y que sea yo capaz, como ella, de decir que sí. Amén.
María, María, Madre de Dios,
alienta mi vida, lléname de amor.
María, María, de Nazaret,
hazme más libre, lléname de fe.
Joven sencilla, Madre de Dios,
joven dispuesta, llena de amor.
Llena de gracia y de humildad,
eres modelo de libertad.