Mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre ni a su madre, ni a su mujer ni a sus hijos, ni a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Porque, ¿quién de vosotros si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que lo miran, diciendo: 'Este hombre empezó a construir y no pudo acabar'.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
«Ignacio Intimo» © Autorización de San Pablo Multimedia
Tomad, Señor y recibid
toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad.
Todo mi haber y mi poseer,
vos me lo disteis, a vos Señor lo torno.
Todo es vuestro,
disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
que esta me basta.
(Ignacio de Loyola)