Cuando se iba de allí vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dijo: «Sígueme». Él se levantó y le siguió.
Estando Jesús en casa, sentado a la mesa, muchos recaudadores y pecadores llegaron y se sentaron con él y sus discípulos. Al verlo, los fariseos dijeron a los discípulos: «Por qué vuestro maestro come con recaudadores y pecadores?» Él lo escuchó y contestó: «No tienen necesidad del médico los sanos, sino los enfermos. Id a aprender lo que significa: 'Misericordia quiero y no sacrificios'. No vine a llamar a justos, sino a pecadores».
«En lo alto» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
Ayúdame, Dios mío, por tu bondad.
Perdóname por lo que he hecho mal, tú sabes cómo soy.
Yo sé que no miras lo que está mal, sino lo bueno que es posible.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me das sabiduría.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me dejes vagar lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Enséñame a vivir la alegría profunda de tu salvación.
Hazme vibrar con espíritu generoso:
entonces mi vida anunciará tu grandeza,
enseñaré tus caminos a quienes están lejos,
los pecadores volverán a ti.
Hazme crecer, Dios,
Dios, Salvador mío,
y mi lengua cantará tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera ritos sólo por cumplir, no los querrías.
Lo que te ofrezco es un espíritu frágil;
un corazón quebrantado y pequeño,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a tus hijos
haznos fuertes en tu presencia.
Entonces te ofreceremos lo que somos, tenemos, vivimos y soñamos,
y estarás contento.
(adaptación del Salmo 50, por Rezandovoy)