Serían como las siete de la tarde. Ya se hacía de noche. Y los discípulos estaban encerrados en una habitación, porque tenían miedo de que les hicieran daño. Entonces se presentó Jesús en medio de ellos, y les dijo: ‘La paz con vosotros’. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Era para que vieran las heridas de la cruz, y se dieran cuenta de que estaba vivo. Ellos se alegraron mucho de ver al Señor, al descubrir que había resucitado. Entonces Jesús volvió a hablar, y les dijo: ‘La paz con vosotros”. Después les dio un encargo: «Como el Padre me envió, yo también os envío».
Dios está aquí, con toda su fuerza.
Lo puedo sentir, Él todavía me espera,
me invita a vivir su amor y su entrega.
Me da la gracia, me da la paz.
Me invita a crear un mundo nuevo en la verdad.
Nos pide romper cadenas por la libertad,
abrir una puerta al sol, que no haya soledad.
Ser de los demás.
Dios está aquí...
Me invita a hacer nueva en mí
la paz, que es don de Dios.
Y nos llama a ser un signo vivo de unidad,
entregarlo todo sin espera de algo más.
Ser de los demás.
Me invita a crear…
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, yo ponga la fe.
Que donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.
Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh, Señor, que yo busque consolar a los demás,
comprender a los demás,
amar a los demás.
Porque dándome creceré más,
si busco a los otros, me encontraré a mí mismo,
es perdonando como se es perdonado,
es dando la vida como se alcanza la vida eterna.