Jesús crecía y se fortalecía, y se iba haciendo más sabio. Dios lo cuidaba. Cuando llegaba la fiesta de Pascua sus padres iban cada año a Jerusalén. Cuando Jesús cumplió doce años, lo llevaron por primera vez con ellos. Pero a la vuelta, sin que sus padres lo supieran, Jesús se quedó en la ciudad. Cuando se dieron cuenta volvieron a buscarlo.
Estaba en el templo, entre los hombres más sabios. Y estos le escuchaban, muy sorprendidos porque hablaba con inteligencia. Su madre, entonces, le dijo: Jesús, hijo, nos has dado un susto de muerte. Te hemos estado buscando como locos. Y Jesús les contestó: Pero no teníais que haberme buscado. El templo es la casa de mi Padre.
Después volvieron todos a su casa, en Nazaret. Y allí Jesús vivió bajo la autoridad de sus padres. María guardaba todo en su corazón, y Jesús se iba haciendo más sabio, más alto y más bueno.
«Dame vida. » © Difusión libre cortesía de Brotes de Olivo
Cuando enfermo, ellos me atienden,
cuando me canso, me llevan en brazos.
Cuando tengo frío, me arropan.
Y si tengo hambre, se preocupan de que coma.
Cuando me disgusto, me secan las lágrimas,
y si me equivoco, me enseñan.
Si me pierdo, me encuentran.
Si me enfado, me arrancan una sonrisa.
Son mis padres, que cuidan de mí.