Jesús dijo a sus discípulos: «No perdáis la calma. Creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
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Las lágrimas son parte del abrazo.
No temas llorar, ni añorar.
No reprimas el duelo ni disfraces la ausencia.
Solo intenta creer, también hoy,
que la última palabra la tiene la Vida,
aunque ahora duela.
La memoria,
que a ratos escuece,
se teñirá de gratitud
cuando el dolor se aquiete;
gratitud por su vida, por su presencia, por su huella.
Pero no tengas prisa, no quieras forzar al tiempo
que todos necesitamos espacio para el duelo.
Llegará un día de resurrección, en que todo estará bien.
Ahora nos queda el amor,
al que ni la muerte puede silenciar.
(José María R. Olaizola, sj)