Jesús bajó con sus padres a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Desde la barca, Jesús se dirigía a la multitud. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema lago adentro y echa las redes para pescar».
Le replicó Simón: «Maestro, hemos bregado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes».
Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes.
Un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas».
Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
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Señor, dame tranquilidad para no olvidarte
si otras urgencias lo tapan todo.
Dame sosiego en las horas de ahogo
y fuerza si creo rendirme.
Recuérdame lo esencial,
lo importante, lo cierto.
Que sepa plantar mis cimientos
en lo vivido, lo presente y lo futuro,
aunque hoy se imponga lo inaplazable.
Que sea discreto en el éxito
y sereno en el fracaso,
aprendiendo de ambos.
Dame humor, tenme paciencia.
Hazme lúcido para no perder la perspectiva
de este mundo amplio,
de otras vidas,
de otros anhelos.
Tú, fuente de toda verdad
En tu presencia todo encuentra su sitio.
(José María R. Olaizola, SJ)