Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
«En espíritu y en verdad» © Difusión libre cortesía de Ixcís
«Hoy quiero cantarte» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«Cherry Picking» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Marta, Marta, ¿en qué te afanas? ¿Por qué te enfadas? ¿Qué furia es esa que llevas dentro? Anda, no seas terca y afloja un poco. Aunque razón no te falte. Descansa de reproches, de motivos y de tormentas, porque la vida es mucho más que esto de ahora. Porque se nos va demasiado tiempo en rumiar malos humores. Tú intenta entender las razones de tu hermana, que también las tiene. Mira, Marta, que hay pocas cosas que de verdad sean tragedia. Tienes derecho a un rato de mal humor, a tener la cara larga y a que una nube oscurezca tu rostro, pero, no dejes que dure demasiado, que anda el mundo corto de risas y largo de mosqueos. Tú acuérdate, pese al barullo de ahora, de que hay quien te quiere con locura, quien te abraza con ternura y te espera, siempre, en una mesa dispuesta para la paz.
Señor, dame ingenio
para afrontar los problemas,
cordura para responder
en las horas de conflicto,
libertad para defender mis razones
y madurez para entender los motivos ajenos.
Dame sentido del amor
para discutir con calma
y sentido del humor
para mirarme al espejo
cuando la cara habla de
enfados y mosqueos.
Dame, en fin, la paz y la mansedumbre
de los bienaventurados,
que, sin perder la coherencia,
se niegan a perder la sonrisa.
(José María R. Olaizola sj)