Jesús subió a la montaña. Y les dijo: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo que no opongáis resistencia al que os hace el mal. Antes bien, si uno te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto. Si uno te obliga a caminar mil pasos, haz con él dos mil. Da a quien te pide y al que te solicite dinero prestado no lo esquives. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.
«Best Sacred 100» © Permisos pedidos a EMI classics
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Crucificadas las esperanzas de quien se atrevió a adentrarse en la entraña de la vida. Los sueños de paz. La verdad, crucificada en nombre de lo conveniente. Crucificado el amor que no supimos entender. Cruces, cruces en las veredas de la historia, en los pozos del desconsuelo. Cruces, y gritos que rasgan el cielo sin encontrar más eco que el silencio. No desesperemos, pese a todo, contra viento y marea, contra pecado y orgullo, contra egoísmo y cerrazón, Dios abraza la cruz para derribarla, la callada no es su respuesta; y la vida espera, pujante, para vaciar los sepulcros de una vez por todas. (José María R. Olaizola, sj)
Danos, Señor, aquella Paz extraña que brota en plena lucha como una flor de fuego; que rompe en plena noche como un canto escondido; que llega en plena muerte como el beso esperado. Danos la Paz de los que andan siempre, desnudos de ventajas, vestidos por el viento de una esperanza núbil. Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo. Aquella Paz del libre que se aferra a la vida. La Paz que se comparte en igualdad fraterna como el agua y la Hostia. (Pedro Casaldáliga)