Jesús estaba con sus discípulos en la última cena. Y cuando acabaron de cenar, se puso a hablar con ellos. Estaba muy serio. Era como si les quisiera enseñar la lección más importante. Entonces les dijo: «Este es mi mandamiento: amaros los unos a los otros, como yo os he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Si haces las cosas por obligación, por dinero o por miedo, entonces eres un siervo. Pero para mí vosotros no sois siervos. Sois mis amigos. Y si hacéis lo que yo hago, si os portáis como yo, si vivís de la misma forma que yo, quiero que sea por amistad. Yo os elegí a cada uno de vosotros. Y os enseñé lo que he aprendido de mi padre Dios. Y os he destinado para que vayáis y deis fruto, un fruto duradero».
«Materiales grupo Compasión.» © Con la autorización de Grupo compasión
Para ser buenos amigos,
Jesús ya nos ha enseñado:
amaos unos a otros
como yo os he amado.
Cuando pienso en mis amigos
de Jesús me acuerdo yo,
me acompaña en el camino
y me alegra el corazón.
Es muy fácil ser su amigo
solo quiere lo mejor,
juega y ríe con mis juegos
y le gusta esta canción.
Amigo cuando reímos
amigo cuando cantamos
amigo cuando dormimos
y amigo cuando jugamos.
Y por eso tan felices,
y por eso tan contentos,
compartimos con el mundo
que es Jesús amigo nuestro. (bis)
Si tus ojos brillan de alegría al encontrarnos,
creo en ti, amigo.
Si compartes mis lágrimas y
sabes llorar con los que lloran,
creo en ti, amigo.
Si tu mano está abierta para dar y
tu voluntad es generosa para ayudar,
creo en ti, amigo.
Si tus palabras son sinceras y
expresan lo que siente tu corazón,
creo en ti, amigo.
Si sabes comprender mis debilidades
y me defiendes cuando me atacan,
creo en ti, amigo.
Si tienes valor para corregirme con amabilidad,
creo en ti, amigo.
Si tienes paciencia para perdonarme cuando me equivoco,
creo en ti, amigo.
Si sabes orar por mí,
y brindarme buen ejemplo,
creo en ti, amigo.