







En aquellos días, el Señor habló así a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo». Acaz respondió: «No la pido, no quiero tentar al Señor».
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios-con-nosotros’».
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Me alegro
por quien sale del lodo
y recobra la esperanza.
Por el hombre
que aprende a amar,
escribiendo una historia
llena de cotidianeidad
y algún que otro instante mágico.
Por ti,
que das a Dios
una oportunidad.
Y por ella,
que no se deja vencer
ante lo injusto.
Me alegro por aquel
que planta cara al miedo;
por ese otro,
que perdona
y sigue adelante.
Por mí,
porque amo, y río, y lloro,
y creo, y dudo,
y estoy vivo.
Y porque nunca estamos solos,
me alegro contigo,
Dios-con-nosotros.
(José María R. Olaizola, SJ)