Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en la casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Jesús respondió: «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel criado dijera para sus adentros: ‘Mi señor tarda en llegar’, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamara; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».
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Pregunto, «¿dónde estás?»
Extiendo los brazos, y el alma,
en tu búsqueda.
La duda me atenaza
y no siento que avance,
con estos pies de barro,
con estas entrañas duras
indiferentes ya a tanto.
¿Dónde te has metido?
Que hay demasiadas caras largas,
malos humores, vidas quebradas,
estómagos,
mentes
y corazones
vacíos,
demasiada ansiedad insatisfecha
y mucho amor inalcanzado.
¿Dónde estás?
Respondes: «Cerca, muy cerca».
Que el Reino de Dios está en torno,
canturreando en tu oído
una buena noticia
y dejándose ver
allá donde menos lo esperas.
Si sólo aprendiese a ver…
(José María R. Olaizola, SJ)