Jesús continuó diciendo: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis mausoleos. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán’; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!».
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosar implacablemente a Jesús y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.
«Lo nuevo ha comenzado» © Difusión libre cortesía de Nico Montero
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Sangra este mundo, por muchas heridas abiertas. Sangra en el hambre innecesaria. En la violencia de los pueblos. En las barreras y alambradas que dividen países y separan a las personas. Sangra en las heridas infligidas a la creación, agotando la tierra de todos. Lloran los que no pueden hablar, los que no encuentran salida, respuestas o ayuda. Sigue alzándose al cielo el clamor de un mundo herido… y sigue siendo trágica la indiferencia de los satisfechos, la ceguera de los acomodados y la crueldad de los egoístas.
¡Ay de vosotros! que seguís silenciando las voces que estorban, acallando a los profetas, riéndoos de quien toma la vida en serio, convirtiendo el amor en un pobre sucedáneo.
¡Ay de vosotros, los que elegís encerraros en burbujas donde no entra nadie más!
¡Ay de vosotros, que atesoráis títulos, conocimientos y experiencias, como tesoro privado en lugar de convertirlas en herramienta para todos!
¡Ay de vosotros, que seguís crucificando al ser humano con clavos de silencio, de olvido o de injusticia! ¡Ay!
(Rezandovoy)