Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!»
Entonces un maestro de la Ley intervino y le dijo: «Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.» Jesús replicó: «¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!»
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Te buscaré sin descanso cada día,
en el lloro y en la risa, en la pena y en el canto,
en el paso del que llega y en los ojos del vigía,
en el ruido y en la espera, en el coche y el asfalto.
Te buscaré sin pausa en la justicia,
en el muro demolido y en lo nuevo por nacer,
en la mano que se abre sin mirar a quién se da,
en el sur que pierde el norte y en el odio por vencer.
Te buscaré en aquello que no brilla,
en lo opaco, en lo escondido, y en la hora que ya fue,
en lo hostil, lo obligatorio y hasta en la monotonía,
en la vida malograda y el amor que no se ve.
Te buscaré siempre junto a otros,
en ese enlace de afectos y esa amplitud de miras,
en ese nada ser mío e ir siendo todo de todos,
en esa esperanza global que es la aguardada utopía.
(Seve Lázaro, SJ)