Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y los regañó. Y se marcharon a otra aldea.
«Volver a nacer» © Permisos pedidos a Pablo Coloma
«3 hours of beautiful instrumental music» © Compartido en Youtube por Peder B. Helland
No al fuego destructor,
que calcina posibilidades,
consume esperanzas,
y aniquila enemigos,
dejando, a su paso,
desolación y amargura.
No al fuego del rencor
que arrasa, colérico,
aquello que odia,
devorando vidas
y cerrando caminos.
Sí al fuego del espíritu,
que nos arde dentro
con cálido afecto,
que enciende fulgores
de amor inmortal,
e ilumina rutas
en la noche.
Fuego de hogar,
hoguera que invita
a sentarse en torno,
compartiendo cantos
y anhelos.
(José María R. Olaizola, SJ)