Al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero él se enteró, se marchó de allí y muchos lo siguieron.
Jesús los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías. «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones»
«A todos los pueblos» © Autorización de Provincia Vedruna de Europa
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