Jesús subió a la barca, y sus discípulos lo siguieron. En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas, pero él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».
«Beautiful & Sad» © Publicada en Youtube Soothing Relaxation
Sin control y sin ancla,
la barca salta
como juguete
en manos de un crío.
Gritamos.
Nadie parece escuchar.
¿Dónde estás?
¿Nos has abandonado?
¿Hay alguien ahí?
La brusquedad nos sobrecoge.
La indiferencia nos angustia.
No hay contra quien cargar,
y, sin embargo,
buscamos culpables del viento.
Otras veces hemos surcado
este mar furioso,
y con tu ayuda salimos adelante.
¿Por qué olvidamos tu modo de estar
en cuanto nos atrapa la tormenta?
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)