Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo. Cuando llegue aquel día, muchos me dirán: ‘¡Señor, Señor! ¿No hemos profetizado en tu nombre? ¿No hemos expulsado demonios en tu nombre? ¿No hemos hecho milagros en tu nombre?’ Y yo entonces les declararé:’ Nunca os conocí; apartaos de mí, vosotros que hacéis el mal’.
»Quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre sin juicio que construyó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y esta se derrumbó. Fue un derrumbamiento terrible».
Cuando Jesús terminó su discurso, la multitud estaba asombrada de su enseñanza; porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados.
«En lo alto» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
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