Tras haberse aparecido a sus discípulos y comido con ellos, Jesús preguntó a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Por segunda vez, Jesús le preguntó: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Y Pedro contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
Nuevamente Jesús le preguntó: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que le preguntase por tercera vez: ‘¿Me quieres?’ y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras».
Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
«Contigo+feliz» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«Quieting» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Sabes que te quiero,
por mal que lo muestre.
Quizás sea el mío
un afecto a medias,
roto e inseguro.
Todavía ignoro
que el amor no escatima
y la entrega no admite medianías.
Pero tú, Señor, lo sabes,
sabes que te quiero
con todas mis luchas.
Prometo y olvido,
ofrezco y esquivo,
te alejo y te sigo.
No puedo jactarme
de pasión por ti,
yo que te he negado
de tantas maneras.
No presumiré
de ser tu discípulo,
cuando aún me resisto
a cargar tu cruz.
Y, con todo, amigo,
esta pobre llama
que a veces avivas
me abrasa en la entraña,
más que cualquier fuego
de un mundo sin ti.
Sabes que te quiero.
Soy yo, quien, quizás,
aún no he comprendido
que tu amor lo es todo,
que amarte y seguirte
es mi único modo
de ser y vivir.
(José María R. Olaizola, SJ)