Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
»Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».
«J.S. Bach on the Lute» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Que todos seamos uno, Padre. Por encima de fronteras y barreras. Por encima de odios y conflictos. Por encima de prejuicios y etiquetas… Que seamos uno, sin que las ideologías, las incomprensiones o los idiomas se interpongan entre nosotros. Que sintamos que el otro es mi hermano, y mi hermana. Que cada corazón vibre, con ternura, al descubrir al prójimo. Que encontremos formas para cuidarnos y ayudarnos, unos a otros, a alcanzar una vida digna. Que todos seamos uno, Padre, como tú, en el amor.
(Rezandovoy, sobre Jn 17, 20-26)