Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Envíame, Señor,
como bálsamo en las heridas del hermano
y fragancia de Evangelio derramado.
Envíame, Señor,
como oasis en tierras de desierto
y morada para vidas sin techo.
Envíame, Señor,
como candil en medio de la noche,
como buena noticia para los pobres.
Envíame, Señor,
como hogaza para el hambriento
y agua fresca para el sediento.
Envíame, Señor.
Camina a mi lado
para que mi misión
no sea en vano.
Envíame, Señor,
y dame nuevos hermanos
para que juntos
proclamemos tu reinado.
(Fermín Negre)