Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos.
Una vez allí subió al monte y se sentó en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, preguntó a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman estos?». Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Entonces uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Pero Jesús dijo: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo».
Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
«Todo es de todos» © Difusión libre cortesía de Luis Guitarra
«Enchanted Wind» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Si es que basta muy poco
para llenar los cestos
cuando abunda la gracia.
El eterno drama
tiene que ver
con el cálculo,
con la reserva
y el por si acaso.
Se nos ha instalado
en el alma
la desconfianza,
la sospecha, la supervivencia,
la rivalidad absurda.
La tragedia es que hay
pan para todos, oculto
bajo la pompa y la gala.
Cuando alguien descubre
esta verdad sencilla,
carga desde entonces
con la cara y la cruz;
el júbilo de un bien posible;
la impotencia al chocar
con los muros
erigidos por siglos de temor
e inercia.
Pero, al menos sabe
que nunca estará solo,
en la lucha
por el pan
de todos.
(José María R. Olaizola, sj)