Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco,
escúchame enseguida.
Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sion
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones.
Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
«Vive Dios» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«A life» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
A ti, que rezas conmigo, te respondo.
Yo escucho tu oración. Tu grito llega hasta mí.
No te escondo mi rostro el día de la desgracia.
Yo inclino mi oído hacia ti cuando me invocas,
te escucho enseguida, nunca lo dudes.
Quienes hoy me ignoran respetarán mi nombre.
Quienes ostentan el poder, la fuerza, el prestigio, reconocerán mi gloria.
Habrá un día en que forjaré un pueblo nuevo,
y apareceré en mi gloria.
Responderé a las súplicas de los indefensos
y no despreciaré sus peticiones.
Dejo esto escrito para la generación futura.
Y todas las personas cantarán mi nombre.
Porque no soy un Dios distante, sino un Dios atento.
No dejo de mirar mi creación ni de fijarme en la humanidad.
Escucho los gemidos de los cautivos
y libro a los condenados a muerte.
(Adaptación del salmo 101, RV)