Algunos acercaban niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.
«Tiempo de alianza» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«3 hours of beautiful instrumental music» © Compartido en Youtube por Peder B. Helland
En algún momento,
perdí la inocencia.
Se enturbió la mirada,
se agrietó el carácter,
me hice ateo en el amor,
militante en el sarcasmo,
rencoroso en el dolor,
contagioso en la tristeza,
acomodado en la fe,
desertor de la esperanza.
El espejo interior
me devolvía sombras.
Tú no te rendiste.
Viniste a rescatarme.
«Sal afuera», gritaste,
y yo, de nuevo Lázaro,
salí, más por inercia
que por voluntad.
Abrí los ojos.
Era niño, otra vez,
descubriendo el mundo
al acercarme a ti.
Tenía alguna cicatriz
en la mirada,
y más conciencia
de mis pies de barro.
pero el amor, el humor,
la compasión y la fe,
la esperanza y la alegría,
habían vuelto,
y esta vez
acrisoladas
por el tiempo.
(José María R. Olaizola, SJ)