Al llegar a la región de Cesarea de Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
«Hidden Sky» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Una fábula de colegio,
un cuento edulcorado,
una mística sin pasión.
Un hombre de antaño
que vivió poco e hizo
lo que nadie en tres años.
Un peregrino buscador
que en sus noches espesas
se dejó encontrar por su Padre
–al que nunca llamó Dios–.
Un líder de su tiempo
que se jugó por su pueblo
sin alarde ni pompa,
y que el poder mató.
Energía cósmica,
alquimia pura,
poder sobrenatural.
Modelo de tatuadores y dibujantes,
de bucles y ruborizado.
Fotogénico como pocos,
retratado por ricos y pobres.
Tema asegurado entre
ateos, agnósticos y creyentes.
Presencia asegurada en
discursos, catedrales y suburbios.
El que rescata y no vacila.
Cuerpo entero ante el dolor.
Prioridad vital por lo perdido,
vencido y aplastado.
Palabra: dada, encarnada.
Jamás encadenada.
Sello indeleble.
Latido, sangre, pan.
Pasional y de entraña.
Oportunidad siempre nueva.
Siempre persona y propuesta.
Nunca a medida.
Todo don.
Pasión.
Triunfo a la muerte.
Resucitado y resucitador.
Encendido amor.
(Malvi Baldellou)