Jesús llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles».
Y les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no sufrirán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios».
«En él solo la esperanza » © Autorización de Cristóbal Fones
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Si quieres venir conmigo, niégate a ti mismo, o dicho de otro modo, no te pongas tan en el centro de todo que no quepa nada más. Afirma a Dios, afirma al prójimo, y encontrarás tu lugar. Carga con tu cruz, como hago yo. La cruz que nace de tomar en serio mi buena noticia. La cruz que es a veces rechazo, a veces conflicto, a veces la impotencia del amor mal respondido. Si lo único que buscas es protegerte, cuidarte, resguardarte de la vida, no vivirás. ¿De qué te sirve esconderte en una jaula de oro, cuando la vida te espera fuera? No te avergüences de mí y de mis palabras, que a veces el mundo será muy cínico. Te llamarán buenista, ingenuo, supersticioso. ¿Qué dirás entonces? Te lo aseguro, mi Espíritu está en tu vida.
(Rezandovoy, adaptación de Mc 8, 34-37; 9,1)