Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos». Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
«Con vosotros soy» © Con la autorización de Susana Melero
«Sophomore Jinx» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
¡No llevéis alforjas,
hinchazón de la piel
enferma de codicia
colgando de los hombros!
¡No llevéis alforjas!
Solo hay que llevar
lo que cabe en el pecho,
lo disuelto en la sangre
que se asoma en los ojos
y fecunda los sueños!
¡No llevéis alforjas!
Que no estorben
para acoger los abrazos,
cargar las ovejas perdidas
y los nombres amanecidos
al final de la noche.
¡No llevéis alforjas!
El reino ya está
donde lleguéis,
y el reino os espera
al regreso.
(Benjamín González Buelta sj)