Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba. Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice: «Sígueme». Se levantó y lo siguió. Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían. Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores»
Sígueme.
Deja atrás todo lo que te atrapa.
Suelta todas tus amarras y comienza a navegar en libertad.
Sígueme.
No te preocupes si me fallaste o si me fallarás.
Esa es la arcilla con la que haré milagros de amor.
Sígueme.
Deja tus redes, tus apegos, tus cadenas.
Quema los arados que te hacen mirar atrás.
Tenemos un camino muy bello por delante.
Un camino de entrega, de servicio, de alegría.
Confía en mí.
Tan solo, sígueme.
(Fermín Negre)