Cuando los magos se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, donde residió hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que anunció el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo que estaba en Egipto».
Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo que había averiguado por los magos. Así se cumplió lo que anunció el profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel, que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».
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Dice Dios:
Nací desnudo, dice Dios, para que tú sepas despojarte de ti mismo.
Nací pobre para que tú puedas considerarme la única riqueza
Nací en un establo para que tú aprendas a santificar cada ambiente
Nací débil para que tú no tengas nunca miedo de mí.
Nací por amor para que tú no dudes nunca de mi amor.
Nací de noche para que tú creas que te puedo iluminar cualquier realidad.
Nací persona para que no te avergüences nunca de ser tú mismo.
Nací hombre para que tú puedas ser «divino».
Nací perseguido para que tú sepas aceptar las dificultades.
Nací en tu vida para atraer a todos a la casa del Padre.
(Revista Juventud Reparadora, n.º 358)