Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz, y los collados justicia; defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre.
En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
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Oh, Dios, confíame tu juicio, conviérteme en portador de tu justicia
Que me dirija a las personas con justicia, a tus afligidos con cercanía.
Que por las calles y las casas se extienda tu paz por la justicia.
Que defienda a la gente oprimida.
Que salve a las familias pobres y plante cara al opresor.
Señor, que en mi entorno la honradez sea la norma,
y que a nadie le falte lo básico para vivir.
Que tu justicia domine de mar a mar, de país a país, de pueblo a pueblo.
Y cuando la gente me vea, que intuyan Tu nombre, que mi vida hable de ti,
mi palabra cante tu gloria, y mis acciones sean tu bendición.
Tras las huellas de tu Hijo, el primero, el maestro. Amén
(El salmo 72 de otro modo, por Rezandovoy)