Viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
«Amazing Grace» © Autorización de San Pablo Multimedia
Prometimos quedarnos hasta el final.
Juntos.
Pero a vosotros vinieron y os mataron.
Nosotros
(los supervivientes que esperan la vida)
tenemos que levantarnos y seguir trabajando.
Levantarnos,
tomar la azada.
Que pesa más por la ausencia.
Que pesa menos por las manos invisibles.
Nosotros somos los santos
que necesitan aún despertador.
Que lloran con cuerpo.
Que trabajan por la paz con cuerpo.
Que tienen hambre y sed de justicia en el cuerpo.
Insuflad vosotros
(Santos sin fines de semana)
aire en él desde el cielo.
Porque seguimos juntos
en las Bienaventuranzas.
(Carlos Maza, SJ)