El Señor designó a otros setenta y dos y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El reino de Dios ha llegado a vosotros’».
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No hay cuatro evangelistas. Hay muchos más. Es verdad, en la Sagrada Escritura están los relatos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Pero en realidad, en la historia, hay millones, cientos de millones de hombres y mujeres cuya vida ha sido un reflejo, un relato vivo, un testimonio de Jesús. Sí, hoy también, nos podemos asomar al evangelio según Carmen, Pablo, Andrés, Irene… añade ahí tu propio nombre. Ninguno abarcamos todo sobre Jesús. Cada uno pone un acento, y entre todos vamos mostrando quién es. No te conformes con menos. Que tu vida, tus palabras, tus gestos, tus silencios y tu cariño sean, también hoy, evangelio, es decir, buena noticia.
(Rezandovoy)