Jesús exclamó: «¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!». Un maestro de la ley le replicó: «Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros». Pero él dijo: «¡Ay de vosotros también, legalistas, que abrumáis a los hombres con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!».
«Tú mi hermano» © Autorización de Cristóbal Fones
«Quieting» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Soy así, una pecadora…
No vengas a tratar de enseñarme
que eres un santo
que tienes el cielo en la mano
y que me lo quieres dar.
No me digas «hermanita».
No me quieras manejar.
Atiéndeme hermano como soy.
¡Sí! Así como soy…
Tú dices que me quieres amar,
entonces… no me critiques,
no me censures…
no me tapes cuando ya no te sirvo
o no me quieras mirar.
¿Me quieres querer?
muéstrate como Él,
que me dio la luz
–no me censura,
no me critica–,
me ama, me acepta, me abraza.
¡Me amó hasta la cruz!
(Alicia Boza)