Jesús dijo a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; al discípulo le basta ser como su maestro y al siervo como su amo. Si al amo de casa lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más a los miembros de su casa! Por tanto, no les tengáis miedo. No hay nada encubierto que no se descubra, ni escondido que no se divulgue. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día; lo que escucháis al oído pregonadlo desde las azoteas. No temáis a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma; temed más bien al que puede acabar con cuerpo y alma en el fuego. ¿No se venden dos gorriones por pocas monedas? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin permiso de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por tanto, no tengáis miedo, que vosotros valéis más que muchos gorriones. Al que me reconozca ante la gente yo lo reconoceré ante mi Padre del cielo. Pero al que me niegue ante la gente, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».
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¿A dónde nos está guiando el Espíritu?
¿Desde dónde y con quién nos interpela?
Dejarnos interpelar, dejarnos desarticular,
así pasar de la disconformidad a la creatividad,
de los miedos y las rabias
a nuevas esperanzas.
Reconocernos interpelados
para generar espacios de encuentro,
lugares de discernimiento, ‘hogares’ de Reino.
Comprometernos con una justicia discernida.
Comprometernos con esa justicia
formulada desde nuestras comunidades.
Desde este ser interpelados,
¿qué luchas estamos acompañando?
¿De quienes estamos aprendiendo?
¿Cuáles son las heridas queintentamos sanar?
¿A dónde nos está guiando el Espíritu
para seguir siendo portadores
de este Mensaje de Esperanza?
(Marcos Alemán)