Viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
Otro, que era de los discípulos, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Jesús le replicó: «Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».
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Nos dijiste: poneos en camino…
(A quien se queda en casa y a lo suyo
no le da el corazón para más incumbencias
que tristear a solas).
Nos dijiste: poneos en camino…
(Y como explica el otro: a aquellos que no andan
les suena el corazón como un cencerro).
Oh, pobres de nosotros.
Un par de cosas bastan para no ir tras de ti:
el perfil de una flor, el canto de algún pájaro…
Nos dices todavía: dejad a un lado
tantos bultos inútiles,
los deseos vacíos, las querencias de nada.
Andar es lo que importa.
No quedarnos ahí en la cocinilla
a recontar los días de abstinencia
y otras devociones.
¡Señor, que te sigamos
con la intemperie a cuestas!
(Valentín Arteaga)