Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».
«Amazing Grace» © Autorización de San Pablo Multimedia
¿Y qué amor no es complejo?
Cada historia compagina luz y sombra.
Hay que saber lidiar con lo distante,
respetar las palabras huidizas,
aceptar los afectos taciturnos.
Hay que asumir distancia en la ternura.
No es amor un reflejo de uno mismo.
¿Cómo amar en respuesta al enemigo?
¿Cómo ofrecer un perdón que no te piden?
¿Cómo sembrar encuentro en lo lejano?
¿Dónde hallar los motivos que se esconden?
Es muy fácil amar lo que nos gusta,
lo que nos lleva al cielo cotidiano.
Nadie te enseña a acariciar espinas.
Y, sin embargo, tú, Dios misterioso,
eliges conciliar lo separado,
perdonar a quien siembra tempestades,
negarse a condenar al insolente.
Extraño amor difícil
nos propones.
(José María R. Olaizola, SJ)