Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
«Hoy quiero cantarte» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«The promise fulfilled» © Autorización de San Pablo Multimedia
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, Estrella del Mar,
no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, Arca de la Nueva Alianza,
inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, «tierra del Cielo»,
vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario,
despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana,
muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la Paz,
obtén para el mundo la paz…
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra,
y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas.
Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo,
vuelve a traernos la armonía de Dios.
Tú que eres fuente viva de esperanza,
disipa la sequedad de nuestros corazones.
Tú que has tejido la humanidad de Jesús,
haz de nosotros constructores de comunión.
Tú que has recorrido nuestros caminos,
guíanos por sendas de paz.
Amén.
(Papa Francisco)