Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. Pero él les dijo: «Soy yo, no temáis». Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra enseguida, en el sitio adonde iban.
«Canto Gregoriano» © Con la autorización de Juliano Ravanello
«Dawn of hope» © Publicada en Youtube Soothing Relaxation
Sin ti me hundo, Señor.
Por más que te cite,
que te evoque.
Por más versos
que bosquejen
tu rostro y tu vida.
Sin ti se abren a mis pies
las aguas del desconcierto.
Y me ahogo
en un mar de nostalgias,
de intrascendencia,
de propósitos inútiles.
Sin ti no hay prójimo,
ni amor,
sólo egoísmo confundido.
Sin ti vence el miedo,
manda el desconcierto,
el desaliento se impone.
Pero, contigo,
bailo sobre las aguas,
tu mano me alza
por encima de las dudas.
Tú fortaleces mi fe vacilante,
la tormenta se desvanece
y los versos se vuelven plegaria.
Al acoger tu palabra
descubro, en los otros,
misión y refugio.
Contigo se disipan las nubes
y tu horizonte se me hace destino.
(José María R. Olaizola, SJ)