Esto dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: ‘Salid’, a los que están en tinieblas: ‘Venid a la luz’. Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua. Convertiré mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del Norte y del Poniente, y los otros de la tierra de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados».
Sion decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.
«ReStrung» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Te amo porque eres mi hijo…
Te amo cuando veo que te vas,
y también cuando decides volver.
Te amo cuando juntas conmigo,
y también cuando desparramas.
Te amo cuando estás en mi rebaño,
y también cuando te entretienes por ahí…
Te amo cuando me dices «voy» y no vas,
y también cuando me dices «no voy»,
y arrepentido vas…
Te amo cuando te veo construir sobre roca,
y también cuando lo haces en pantanos y arenas.
Te amo cuando traes las redes colmadas,
y también cuando vienen vacías.
Te amo cuando me sigues a mí, que soy el Camino,
y también cuando tomas atajos o te pierdes en callejones.
Te amo.
Te amo, porque eres mi hijo amado.
Te amaré siempre.
(Hermana Viviana Romero)