Jesús dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Tiene un demonio’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».
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Hay profetas de calamidades,
campeones de la queja,
objetores de la compasión,
que siempre enarbolan una ley
con la que cerrar el paso al amor.
Hay guardianes de las esencias,
suspicaces habituales,
profesionales del 'pero',
que siempre tienen problemas
con la compasión desnuda.
Hay fariseos contemporáneos,
sembradores de sospechas,
desconfiados en serie,
que al mismo Jesús hoy
le pondrían falta.
Y él, de nuevo,
con el perdón por bandera.
(José María R. Olaizola, sj)