Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Jesús le dijo: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía.
»Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».
«Despierta» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«J.S. Bach on the Lute» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Tú nos regalas el perdón.
No nos pides negociarlo contigo
a base de castigos y contratos.
«Tu pecado está perdonado.
No peques más.
Vete y vive sin temor.
Y no cargues el cadáver de ayer
sobre tu espalda libre».
No nos pides sanear la deuda impagable
de habernos vuelto contra ti.
Nos ofreces una vida nueva
sin tener que trabajar
abrumados por la angustia,
pagando intereses
de una cuenta infinita.
Nos perdonas con todo el corazón.
No eres un Dios
de tantos por ciento en el amor.
«A éste setenta y cinco,
y al otro sólo veintitrés».
Hagamos lo que hagamos,
somos hijos cien por cien.
Tu perdón es para todos.
No sólo cargas sobre el hombro
a la oveja perdida,
sino también al lobo
manchado con la sangre del cordero.
Perdonas siempre.
Setenta veces siete
saltas al camino
para acoger nuestro regreso,
sin cerrarnos tu rostro
ni racionarnos la palabra,
por nuestras fugas repetidas.
Con el perdón nos das el gozo.
No quieres que rumiemos
en un rincón de la casa
nuestro pasado roto,
como un animal herido,
sino que celebremos la fiesta
de todos los hermanos,
vestidos de gala y de perfume,
entrando en tu alegría.
Te pedimos en el padrenuestro:
«Perdónanos como perdonamos».
Hoy te pedimos más todavía:
Enséñanos a perdonar a los demás
y a nosotros mismos
como tú nos perdonas a nosotros.
(Benjamín González Buelta, sj)