Jesús, con los ojos alzados al cielo, continuó diciendo: «Padre santo, no ruego solo por estos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
»Padre, los que tú me has dado, quiero que estén también conmigo donde yo esté, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y estos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».
«Sophomore Jinx» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Eres mi futuro y mi presente, Jesucristo;
mi horizonte sobre llanuras anheladas.
Desde ayer eres mi amigo:
desde siempre.
En la noche extiendo mi mano adolescente,
toco tus ojos, adivino tu mirada.
[…]
Yo quiero ser tu amigo, Jesucristo,
yo quiero ser tu amigo:
que nunca jamás me doblegue la bajeza;
que no me venza la mentira y la tristeza.
Quiero ser chispa de tu fuego
y gota de tu fuente
y sal, y levadura, y simiente
sembrada por tu mano:
pensando poco en mí, mucho en mi hermano.
Que sea contigo justicia de pobres,
respeto de débiles,
y vaya contigo, sin doblar la cabeza
a los amos del dinero y de la fuerza.
Yo quiero ser tu amigo, Jesucristo,
yo quiero ser tu amigo.
Encontrar tu yugo suave y tu carga ligera
y llevar por todas partes,
en mi cuerpo y en mi alma,
tu vida en primavera.
(Esteban Gumucio, ss.cc)