Al pasar, Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé» [que significa ‘Enviado’]. Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ese el que se sentaba a pedir?» Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había recobrado la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo». Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta». Le replicaron: «Tú naciste lleno de pecado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron.
Jesús oyó que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él.
«The Depths of a Year» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Señor, enséñame tu modo de tratar con los discípulos, con los pecadores, con los niños, con los fariseos o con Pilatos y Herodes... Enséñame a ser compasivo con los que sufren: con los pobres, con los leprosos, con los ciegos, con los paralíticos…; muéstrame cómo manifestabas tus emociones profundísimas hasta derramar lágrimas… Esa es la imagen tuya que contemplo en el Evangelio: ser noble, sublime, amable, ejemplar, poseedor de la perfecta armonía entre vida y doctrina; aquella manera dura para contigo mismo, con privaciones y trabajos; pero para con los demás lleno de bondad y amor y de deseo de servirles. Tu constante contacto con tu Padre en la oración, antes del alba, o mientras los demás dormían, era consuelo y aliento para predicar el Reino.
Enséñame tu modo de mirar, como miraste a Pedro para llamarlo o para levantarlo; o como miraste al joven rico que no se decidió a seguirte; o como miraste bondadoso a las multitudes agolpadas en torno a Ti; o con ira cuando tus ojos se fijaban en los insinceros. Quisiera conocerte como eres: tu imagen sobre mí bastará para cambiarme. Desearía verte como Pedro cuando, sobrecogido de asombro tras la pesca milagrosa, toma conciencia de su condición de pecador en tu presencia.
(adaptación de la oración de Pedro Arrupe, sj Invocación a Jesucristo modelo)