Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle». Cuando el rey Herodes lo oyó se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel’».
Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.
«Salve Regina (Gregorian Chants)» © Con la autorización de Juliano Ravanello
«Debut» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Sigo una estrella que brilla con un fulgor diferente.
Su centelleo enciende posibilidades.
Su resplandor ilumina parajes donde la justicia es real.
Y dicen que a su luz se descubre al Dios niño.
¿Lo has visto? ¿No quieres buscar conmigo?
Adentrémonos juntos, por la tierra que han de hollar
tantos caminantes que anhelan un Mesías, un libertador.
En un mundo donde tanta gente –también yo–
a menudo pierde el horizonte,
y se entrampa en luchas estériles y en falsas batallas,
Él nos ayudará a romper las ataduras,
sanará nuestras heridas
y colmará los sueños.
¿No quieres buscar conmigo? ¡Vamos!
Cuando lo encontremos
adoraremos
con palabras y acciones sinceras.
(José María R. Olaizola, sj)