Los pastores fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel Niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.
Te encomiendo, Señor, el nuevo año:
para que sigamos adelante,
para que me mire en ti.
Que la acogida sea mi estilo
y la solidaridad, mi modo de estar.
Para que el otro me importe más
y me preste menos atención a mí mismo.
Para que no te olvide,
aun cuando no te recuerde.
Y para que sepa esperar
cuando no te sienta cerca.
Para que esculpa en mis entrañas
un 'gracias' por lo aprendido en este año
y recuerde el dolor que nos unió.
Por un nuevo año que, sea como sea,
lo viva contigo y de cerca.
(Óscar Cala, sj)